La irrupción militar se expresa en la discrecionalidad y arbitrariedad con la que actúan las FFAA, lo que supone que cualquier encuentro o interacción con militares es difícil de prever y manejar porque su actuación no necesariamente cumple ni propicia que se cumpla con el marco jurídico vigente.
Por ejemplo, es frecuente ver vehículos militares de la Guardia Nacional o vehículos blancos conducidos por militares o por personas civiles con chalecos de obras militares, a exceso de velocidad, incluso al interior de áreas naturales protegidas en donde el límite de velocidad es de 30 km/hr para proteger a la fauna y la flora.
Pese a que es responsabilidad de quien está a cargo de una obra pública no dañar o reparar las vialidades, éstas fueron seriamente afectadas por los megaproyectos a cargo de los militares. Se observó polvo, piedras, pedazos de llantas y materiales de construcción en los caminos y carreteras, lo que aumentó los incidentes viales como ponchaduras de llantas, choques, lesiones y hasta muertes. Actualmente es la propia Sedena quienxx repara las carreteras que contribuyó a dañar.
“Desde que empezó todo el movimiento de las construcciones de la vía del tren, los accidentes son muy notorios. Y no solo en las rutas, también aquí en Carrillo Puerto. Los accidentes están a todo lo que da”. (Mujer joven maya, Felipe Carrillo Puerto)
Hay testimonios que refieren que los volqueteros o góndolas al servicio de la Sedena conducían hasta a 160 km/hr, rebasando con línea continua, en carreteras federales, sin que les detuvieran o infraccionaran. Mención aparte merece la construcción de un hotel militar al interior de la Reserva de la Biósfera de Calakmul, para el cual se modificó el programa de manejo que impedía cualquier tipo de obra (y ahora ofreció a sus huéspedes recorridos nocturnos en el sitio arqueológico pese a estar prohibidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia).